Campo Base del Everest - Parte 1
Primeros paisajes de camino al Everest
01.05.2013 - 06.05.2013
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Vuelta al mundo
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¿Qué contaros de mis experiencias por la zona del Everest? Me da la sensación de que mi vocabulario no es lo suficientemente extenso para detallaros los impresionantes paisajes que he tenido la ocasión de apreciar en los 19 días de caminata por el parque nacional y sus alrededores. En todo caso, haré lo que pueda y espero que las fotos ayuden a haceros una idea de la magnitud de las montañas de esta zona del Himalaya. Voy a dividir este relato en varias partes porque sino me temo que no voy a ser capaz de terminarlo nunca y, además, así se hace más ameno. Por otro lado, parece que no he podido elegir mejor momento para explorar esta región ahora que se acaban de cumplir 60 años de la primera ascensión y el Everest está tan de moda.
Todo comenzó una soleada mañana en la que cogí una pequeña avioneta junto a Steffanie, una mochilera alemana a la que conocí en el albergue de Katmandú, con destino a Lukla. La avioneta estaba llena con 12 pasajeros y desde mi asiento podía tocar el hombro del piloto, que no parecía inmutarse por los vaivenes provocados por las rachas de viento. Los 25 minutos de vuelo se me hicieron eternos y hasta me alegré cuando fuimos a tomar tierra, aunque parecía que íbamos directos contra una montaña. Por otro lado, nunca había visto una pista de aterrizaje tan inclinada.
Sólo eran las 7 de la mañana y estábamos deseando ponernos en marcha, así que comenzamos a caminar por un valle, siguiendo el curso de un río y atravesando por el camino pequeños pueblos y zonas de cultivo. Cada pueblo tenía su ración de elementos religiosos, ya fuese en forma de rocas decoradas con mantras, pequeñas estupas o ruedas de plegaria.
Tuvimos que cruzar el río en varias ocasiones y no sabría decir cuál de los puentes colgantes me dio más miedo. Además, había que estar atenta a las caravanas de burros antes de cruzar porque encontrarse en mitad de uno de estos puentes con burros pidiendo paso no es nada recomendable.
Este primer día conocimos a Phillip, un senderista israelí que se unió a nuestra expedición. Así, después de una paliza de 9 horas, los 3 juntos llegamos hasta Namche Bazaar, el pueblo más grande de la zona. Por desgracia, Steffanie empezó a sentir los efectos de la altura, estábamos a 3.300 metros sobre el nivel del mar, con un dolor de cabeza terrible. Sin embargo, 15 horas de sueño y un día de descanso la dejaron como nueva.
Tras el día de aclimatación retomamos la ruta con energías renovadas y dispuestos a adentrarnos en el corazón de la cordillera. Y, para nuestra sorpresa, esa misma mañana vimos el Everest por primera vez (es la montaña a la izquierda de la que parece salir humo). Aunque estaba muy lejos, fue un momento muy emocionante.
El resto del día caminamos atravesando un precioso bosque de rododendros, en el que aproveché que me tenía que parar a cada rato (el oxígeno no me daba para más y hay que tomárselo con calma para evitar el mal de altura) para disfrutar del paisaje y hacer miles de fotos.
Al final de esa subida que parecía eterna se encontraba Tengboche, famoso por su monasterio budista. Se trata del monasterio más grande de esta región y es el único edificio del pueblo que no es un hotel para turistas. Eso sí, abren sus puertas todas las tardes para que los guiris podamos comprobar cómo recitan sus mantras. Yo aguanté sólo unos minutos porque hacía un frío que pelaba, aunque la gente que se quedó tampoco estuvo mucho más tiempo ya que los monjes les echaron por hacer ruido (debieron perder un montón de puntos de karma).
En este pueblo conocimos a la más extraña expedición que os podáis imaginar. Este grupo de nepalíes incluía a un chico sin brazos (era impresionante cómo usaba la cuchara con sus pies), un anciano de 80 años y un tipo que iba disfrazado de oso polar. Estaban haciendo un documental sobre su ascenso al Everest, que espero lograran coronar. Nuestros objetivos no eran tan ambiciosos e incluso al día siguiente celebramos por todo lo alto llegar a los 4.000 metros sobre el nivel del mar.
El paisaje parecía ir mejorando día a día. La vegetación desapareció por completo en el momento en el que empezamos a ver de cerca algunas de las cumbres más significativas. Cuando Phillip y yo pusimos rumbo al valle de Chukhung, que resultó ser uno de los sitios más espectaculares del recorrido, Steffanie nos abandonó, ya que le pareció que desviarse del camino principal iba a ser demasiado esfuerzo.
La caminata por el valle resultó casi como ir de procesión porque a 4.500 metros sobre el nivel del mar sólo podíamos dar pequeños pasos y teníamos que pararnos de vez en cuando a recuperar el aliento. Menos mal que en esta ocasión la subida era muy suave porque sino nos hubiera llevado mucho más de las 3 horas que al final tardamos en recorrer la pequeña distancia que nos separaba del siguiente pueblo. Aquí descansamos casi toda la tarde, acostumbrándonos a la altura y disfrutando de las inmejorables vistas de Ama Dablam, una de las montañas más bonitas de todo el Himalaya, y de un inmenso glaciar.
A la mañana siguiente fuimos a explorar el pico Chukhung. La extenuante subida hasta los 5.550 metros nos proporcionó unas vistas impresionantes de 360 grados. Había montañas nevadas en todas direcciones. Fue realmente espectacular ir subiendo poco a poco y descubriendo nuevos picos a medida que avanzábamos. Bueno, tengo que reconocer que yo no llegué hasta lo más alto de la montaña porque en los últimos metros el camino se convirtió en una escalada por rocas, que no me gustan nada, y, además, me empezaba a faltar el oxígeno y las fuerzas.
Creo que por un día ya habéis visto demasiadas fotos de montañas y para apreciar el Everest de cerca tendréis que esperar al siguiente post. El pico más alto del mundo merece la espera...
Posted by gacela 03:09 Archived in Nepal Tagged himalaya montañas paisajes pueblos Comments (5)