Después de atravesar The Kimberley, Craig, Ronnie y yo cruzamos la frontera entre estados australianos, dejando atrás Western Australia y adentrándonos en el salvaje Northern Territory. Aquí pasamos la mayor parte de los 6 días que dedicamos a recorrer la zona en el parque nacional Kakadu, pero también nos dio tiempo a visitar algún que otro lugar interesante.

Parque Nacional Gregory
Por estas tierras no parecen ser muy exigentes a la hora de convertir cualquier cosa en parque nacional, así que nuestra primera parada fue en el parque Gregory, que merece tal estatus gracias a un baobab en el que un explorador inglés inscribió la fecha y su ruta de viaje, por si acaso no volvía a dar señales de vida. En fin, muy vandálicos ellos en el siglo XIX destrozando la corteza del pobre árbol, aunque hay que admitir que no les quedó mal el grafiti.

Alrededores de Katherine
En nuestro camino hacia Katherine, el único pueblo con el que nos cruzamos en nuestra ruta, paramos en varios miradores y aprendimos un poco sobre la brigada destinada a vigilar esta zona del país durante la Segunda Guerra Mundial, en la que los japoneses llegaron a bombardear Australia. Resumiendo, patrullar aquí se consideraba peor que el infierno (en palabras textuales de los soldados), por el calor, los mosquitos, las lluvias torrenciales y el aislamiento del resto del mundo y si sobrevivieron fue gracias a los aborígenes que utilizaban como ayudantes. Y yo me pregunto qué hubieran hecho los japoneses si realmente hubieran invadido esta región australiana, donde no hay absolutamente nada, ya que parece un poco absurdo conquistar una zona de la que no puedes sacar mucho provecho más allá de su posición estratégica (y del golpe de efecto, claro).
En Katherine presenciamos la locura que generan los fuegos artificiales el único día del año en el que está permitida su venta y utilización. Fiesta por todo lo alto para celebrar el día del Northern Territory. No me quiero imaginar lo muerto que debe estar el pueblo el resto del año porque nos costó encontrar un sitio para cenar pasadas las 8 de la tarde y, claro, ni siquiera me planteé poder ver la final de la eurocopa que se jugaba ese día (a las 4 de la mañana no debía haber en la calle ni perros callejeros).
A la mañana siguiente, después de celebrar la victoria de España, fuimos a unas aguas termales que se encontraban en un parque a las afueras del pueblo. El sitio era muy bonito y aunque el agua estaba un poco fría para mi gusto, me di un pequeño chapuzón.

Parque Nacional Nitmiluk
Más conocido como la garganta de Katherine, este parque nacional es principalmente acuático, pues la atracción principal es alquilar una canoa y recorrer el río y sus distintas gargantas. Nosotros nos limitamos a ver una de las gargantas desde un mirador y el sitio tampoco me pareció demasiado espectacular (ahora que ya soy una verdadera experta en gargantas y cañones).

Eso sí, en el parque vi mi primera serpiente australiana, que, por cierto, nos dió un susto de muerte cuando apareció deslizándose sinuosamente mientras leíamos las indicaciones de un cartel. No sé si en la foto se aprecia bien, pero era bastante larga, aunque no muy gruesa. Y como no teníamos ni idea de qué tipo de serpiente era, nos mantuvimos a una buena distancia hasta que desapareció tan deprisa como había aparecido. El parque también tenía su población de ualabíes (wallabies en el original inglés), una especie de canguro pequeño que vive en zonas rocosas.


Parque Nacional Kakadu
Y, por fin, llegamos al parque nacional Kakadu, mundialmente famoso por ser el hogar de Cocodrilo Dundee (para aquéllos con mala memoria o pocos años, mítica película australiana de los años 80). Un parque inmenso con variedad de ecosistemas y paisajes y, sobre todo, con una impresionate colección de arte rupestre aborigen. Los cocodrilos también son parte importante del parque, ya que aquí viven tanto los pequeños cocodrilos fluviales, como los enormes cocodrilos de estuario (también conocidos como marinos, de agua salada o, cariñosamente, salties). Estos últimos son los reptiles más grandes del mundo y resultan realmente peligrosos, ya que si te pones a tiro, no dudan en convertirte en su cena.

La bienvenida al parque nos la dio un búfalo que casi nos estampa cuando salió disparado de entre los árboles. Luego decidió que le gustaba más pasear por la carretera de tierra y así fuimos a su estela durante unos cuantos kilómetros. Los búfalos no son autóctonos de esta zona, sino que fueron introducidos desde el sudeste asiático con la esperanza de criarlos en esta región. El experimento no funcionó y ahora hay cientos de búfalos que campan a sus anchas por el parque y causan destrozos allí por donde pasan.


Sin más incidentes llegamos al camping donde íbamos a pasar la noche. Tengo que decir que las instalaciones de los diversos campings del parque están muy bien, hasta tienen duchas. Pero también cuentan con una colonia de mosquitos asesinos, que me acribillaron cada tarde con pantalones puestos y todo. En fin, a la mañana siguiente nos dispusimos a hacer nuestra primera excursión en el parque y el comienzo de nuestra visita no pudo ser mejor, ya que el sitio era increíble. El mirador era en realidad la parte de arriba de una cascada, donde el agua formaba unas pozas cristalinas antes de precipitarse varios metros al vacío. Al ser época seca te podías acercar hasta el borde mismo de la cascada, donde se apreciaba el caudal de agua que debía bajar por allí en la temporada de lluvias.


Desde abajo daba la impresión de que la cascada fuera mucho más pequeña, pero aún así, la vista con el lago verdoso y la pared de roca negra se merecieron unas cuantas fotos.

Durante nuestros días en el parque, también hicimos varias caminatas, pero no me parecieron demasiado interesantes. Hacía mucho calor, no había ni una sombra y el paisaje no variaba demasiado a lo largo del trayecto. En fin, que resultaron ser mucho esfuerzo para poca recompensa. Aquí os dejo unas fotos para que os hagáis una idea


Otro día fuimos a ver el atardecer en una de las zonas que más me gustaron del parque, Yellow Water. El humedal, que ya era bastante impresionante de por sí, adquirió unos colores preciosos con la caída del sol, como espero podáis apreciar en las fotos. Y, para rematar, una increíble luna llena iluminó el cielo una vez que el sol había desaparecido.



El día siguiente se convirtió en el día cultural, pues visitamos las zonas de arte rupestre más significativas del parque. Primero fuimos a Anbangbang, en cuyas rocas descubrimos pinturas de todo tipo: unas explicando el comienzo del mundo, otras mostrando escenas de caza, canguros, gente bailando,... En fin, un poco de todo desde la perspectiva del clan aborigen que habitaba estas tierras. Aquí aprendimos que muchas de estas pinturas tienen más de 10,000 años de antigüedad y que es normal que haya unas pinturas encima de otras, pues los aborígenes no parecían tener tanto aprecio por sus obras de arte.



Tras un pequeño descanso, comida incluida, en una bonita laguna llena de pájaros, que Craig bordeó mientras Ronnie y yo nos echábamos la siesta, retomamos la ruta de pinturas.


En esta ocasión tuvimos que caminar casi una hora bajo un sol abrasador para llegar hasta esta otra zona de pinturas rupestres, que pudimos disfrutar a nuestras anchas pues éramos los únicos turistas allí. En estas rocas volvimos a ver escenas de caza y figuras alargadas, así como las típicas manos (¿quién no ha hecho en algún momento un dibujo igual con sus propias manos?)


Acabamos este intenso día de exploración en otra sección con numerosas pinturas (en este caso, los peces eran el principal tema), pero después de todo el día viendo pinturas, estaba ya un poco harta de tanta cultura y lo que más me gustó del sitio fueron las vistas al atardecer.


Nuestro tiempo en Kakadu se acababa y todavía no habíamos visto al famoso cocodrilo de estuario, así que nuestra última mañana fuimos a la búsqueda del reptil en uno de los ríos más caudalosos del parque y con el significativo nombre de East Alligator. La verdad es que no teníamos muchas esperanzas, pues habíamos visto nuestras expectativas defraudadas una y otra vez. Sin embargo, esa mañana no vimos uno, sino dos inmensos cocodrilos tomando el sol en la orilla del río. El primero estaba un poco lejos, en la otra orilla y fue Craig el que lo descubrió, aunque al principio no estábamos seguros de si era una roca o un "salty". Fue muy emocionante cuando nos acercamos y comprobamos que efectivamente se trataba de un cocodrilo enorme camuflado entre el barro de la orilla. Por su parte, el segundo que descubrimos estaba en nuestra orilla del río, a escasos 15 metros, pero estábamos protegidos por una maraña de vegetación y un terraplén y el cocodrilo no hizo ni amago de haber advertido nuestra presencia.


En definitiva, un final impresionante para un parque no menos interesante. Y así se terminaron nuestras aventuras juntos. Horas después llegamos a Darwin, donde nuestros caminos se separaron y me despedí de Ronnie y Craig. Yo volaba a Indonesia dos días después, pero aún tuve tiempo de explorar un último parque nacional en Australia.